Diana Krall: La diva hierática
Texto: Barracuda
Foto: Lorenzo Duaso
La 49 edición del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona arrancó el 24 de julio, con la intensa actuación de Kamasi Washington a modo de prólogo, pero su andadura definitiva la protagonizó uno de los emblemas del certamen: la canadiense Diana Krall. Miss Krall, es un seguro de vida para el festival desde que en 1998 actuara por primera vez en la sala Luz de Gas. A partir de aquel día, se ha convertido en visitante asidua y no deja asiento vacío en cada una de sus actuaciones. Krall eligió Barcelona para cerrar la gira de presentación de su último disco de estándares de jazz, Turn up the quiet (2017), recibiendo a modo de reconocimiento y gratitud, la medalla de oro del festival, como bien apuntó su director artístico, Joan Anton Cararach. Amores eternos.
No podía ser de otra manera, la carismática artista obtuvo un sonoro éxito y el público del Auditori del Fòrum acabó rendido, en pie, ovacionándola. Terminadas las presentaciones, ahora le queda al cronista la dura tarea de intentar dar su punto de vista quizá algo más alejado del sentir de la mayoría. Se me ocurren varias cantantes que darían más luz al habitual repertorio de nuestra protagonista: léase Stacey Kent, Melody Gardot o Madeleine Peyroux, por citar tres ejemplos. La realidad, en cambio, nos demuestra que sea por belleza física, un supuesto carisma, menor riesgo en las adaptaciones o una cuidada operación de marketing, la de Nanaimo siempre se lleva el gato al agua desbordando en éxito a sus colegas/contrincantes.
Esa fama le ha otorgado el privilegio de contar con productores del calibre de Tommy LiPuma (recientemente fallecido), montar espectáculos de gran belleza, el que nos ocupa lo presidió una iluminación extraordinaria, y cantar al lado de músicos soberbios como Karriem Riggins, Robert Hurst, Anthony Wilson o el violinista Stuart Duncan, el auténtico rey de la velada. Stuart estuvo sublime durante toda la noche, especialmente en el inicio con ‘Dee I do o en el tema de Tom Waits Temptation, una de las cimas de la velada, vestida de hermosísimos arreglos. Diana Krall se encuentra muy cómoda entonando las creaciones de Gershwin, Porter o Irving Berlin, autor con el que consiguió alguna sus mejores prestaciones; brillante en la adaptación de Blue skies y arriesgada en una irreconocible pero sugestiva How deep is the ocean? Sin embargo, fue en la citada Temptation (a la que le faltaron un par de tragos de bourbon), en sus encuentros con Joni Mitchell y el country o en el ‘cover’ de la memorable Simple twist of fate de Bob Dylan, donde estuvo más inspirada.
El término LOVE, sea la palabra o figuradamente, es clave para calificar de conceptual su último trabajo en estudio y el show que presenta, brotando de su boca en innumerables ocasiones: demasiado arrastrado en Isn’ it romantic o Moonglow y más convincente en L-O-V-E, aquel hermoso tema compuesto por Bert Kaempfert e inmortalizado por el gran Nat King Cole. En el epílogo consideró adecuado utilizar Sway cometiendo un error. Su versión resulta excesivamente empalagosa, incluso ramplona, muy lejos del ritmo del original de 1953 ¿Quién será?, creación de los mexicanos Pablo Beltrán Ruiz y Luis Demetrio, tan bailada por nuestros padres y abuelos que en esta ocasión les hubiera servido de somnífero. No me parece la mejor manera para salir con una sonrisa en la boca de un concierto, pero así es ella, le encanta susurrar embriagando a sus fans hasta embobarlos. No será el que escribe estas líneas quien le marque el camino a seguir, su estrategia le ha llevado al estrellato y la pléyade de admiradores que la adoran me azotarían.
El debate de si Diana Krall es una auténtica artista de jazz lo dejamos para otro día, nos ocuparía demasiadas líneas y no encontraríamos la respuesta. Pero no se preocupen que, de ese género germinado a finales del siglo XIX, escribiremos y mucho. El festival acaba de empezar, nos queda infinita música para disfrutar y debatir sobre ella, el cartel puede ofrecernos grandes satisfacciones, de hecho, ya nos las ha brindado, permanezcan atentos.
Texto: Barracuda
Foto: Lorenzo Duaso
La 49 edición del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona arrancó el 24 de julio, con la intensa actuación de Kamasi Washington a modo de prólogo, pero su andadura definitiva la protagonizó uno de los emblemas del certamen: la canadiense Diana Krall. Miss Krall, es un seguro de vida para el festival desde que en 1998 actuara por primera vez en la sala Luz de Gas. A partir de aquel día, se ha convertido en visitante asidua y no deja asiento vacío en cada una de sus actuaciones. Krall eligió Barcelona para cerrar la gira de presentación de su último disco de estándares de jazz, Turn up the quiet (2017), recibiendo a modo de reconocimiento y gratitud, la medalla de oro del festival, como bien apuntó su director artístico, Joan Anton Cararach. Amores eternos.
No podía ser de otra manera, la carismática artista obtuvo un sonoro éxito y el público del Auditori del Fòrum acabó rendido, en pie, ovacionándola. Terminadas las presentaciones, ahora le queda al cronista la dura tarea de intentar dar su punto de vista quizá algo más alejado del sentir de la mayoría. Se me ocurren varias cantantes que darían más luz al habitual repertorio de nuestra protagonista: léase Stacey Kent, Melody Gardot o Madeleine Peyroux, por citar tres ejemplos. La realidad, en cambio, nos demuestra que sea por belleza física, un supuesto carisma, menor riesgo en las adaptaciones o una cuidada operación de marketing, la de Nanaimo siempre se lleva el gato al agua desbordando en éxito a sus colegas/contrincantes.
Esa fama le ha otorgado el privilegio de contar con productores del calibre de Tommy LiPuma (recientemente fallecido), montar espectáculos de gran belleza, el que nos ocupa lo presidió una iluminación extraordinaria, y cantar al lado de músicos soberbios como Karriem Riggins, Robert Hurst, Anthony Wilson o el violinista Stuart Duncan, el auténtico rey de la velada. Stuart estuvo sublime durante toda la noche, especialmente en el inicio con ‘Dee I do o en el tema de Tom Waits Temptation, una de las cimas de la velada, vestida de hermosísimos arreglos. Diana Krall se encuentra muy cómoda entonando las creaciones de Gershwin, Porter o Irving Berlin, autor con el que consiguió alguna sus mejores prestaciones; brillante en la adaptación de Blue skies y arriesgada en una irreconocible pero sugestiva How deep is the ocean? Sin embargo, fue en la citada Temptation (a la que le faltaron un par de tragos de bourbon), en sus encuentros con Joni Mitchell y el country o en el ‘cover’ de la memorable Simple twist of fate de Bob Dylan, donde estuvo más inspirada.
El término LOVE, sea la palabra o figuradamente, es clave para calificar de conceptual su último trabajo en estudio y el show que presenta, brotando de su boca en innumerables ocasiones: demasiado arrastrado en Isn’ it romantic o Moonglow y más convincente en L-O-V-E, aquel hermoso tema compuesto por Bert Kaempfert e inmortalizado por el gran Nat King Cole. En el epílogo consideró adecuado utilizar Sway cometiendo un error. Su versión resulta excesivamente empalagosa, incluso ramplona, muy lejos del ritmo del original de 1953 ¿Quién será?, creación de los mexicanos Pablo Beltrán Ruiz y Luis Demetrio, tan bailada por nuestros padres y abuelos que en esta ocasión les hubiera servido de somnífero. No me parece la mejor manera para salir con una sonrisa en la boca de un concierto, pero así es ella, le encanta susurrar embriagando a sus fans hasta embobarlos. No será el que escribe estas líneas quien le marque el camino a seguir, su estrategia le ha llevado al estrellato y la pléyade de admiradores que la adoran me azotarían.
El debate de si Diana Krall es una auténtica artista de jazz lo dejamos para otro día, nos ocuparía demasiadas líneas y no encontraríamos la respuesta. Pero no se preocupen que, de ese género germinado a finales del siglo XIX, escribiremos y mucho. El festival acaba de empezar, nos queda infinita música para disfrutar y debatir sobre ella, el cartel puede ofrecernos grandes satisfacciones, de hecho, ya nos las ha brindado, permanezcan atentos.
Fuente: www.qualsevolnit.com